Esta pintura sintetiza la búsqueda iniciada por el artista en 1910 con su trabajo “La ciudad de sube” y que sucesivamente profundizó y desarrolló con el tríptico de los “Estados de ánimo”, de 1911. Como Degas, Boccioni amaba los caballos y ve en ellos la expresión perfecta de la fuerza y la agilidad. En este caso, el pintor descompone y multiplica los detalles anatómicos del animal y el jinete, al igual que ocurre con el paisaje urbano del fondo para sugerir el efecto visual de la velocidad y el movimiento. La ausencia de perspectiva es completa, y los límites entre las diferentes secciones son intencionadamente indefinidos, con la finalidad de unir las diferentes partes de la pintura, que asume un aspecto bidimensional, carente de profundidad. También se aprecia un cuidado equilibrio entre las líneas rectas y las curvas, lo cual destaca el ritmo de esta obra. A mi esta obra me trasmite desorden y alboroto, sin ninguna figura representad claramente.

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